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El poder mefistofélico de la palabra

Meses antes de morir José Francisco Peña Gómez, visitó la India y asistió a una reunión regional de la Internacional Socialista.

A pedimento de muchos de sus compañeros pero en especial de dirigentes socialistas hindúes, decidió entrevistarse con una de las figuras más sobresalientes y polémicas del llamado mundo esotérico, el gurú, Sathya Sai Baba. A éste se le atribuye supuestos poderes taumatúrgicos, encarnación divina y capacidad sorprendente de predecir acontecimientos.

La realidad es que este gurú es visitado por decenas de miles de seguidores y curiosos de todos los continentes, hasta el grado de que para llegar a su santuario, hay que hacer cita con seis meses de antelación. Los compañeros hindúes se sintieron conmovidos por el estado físico del doctor Peña Gómez y por el hecho de que su padecimiento parecía tener un destino fatal irremediable. Al proponerle la visita a Sathya Sai Baba, ellos apostaron a un milagro, a un golpe de suerte que pudiese detener el rumbo de la enfermedad que devoraba el cuerpo del líder dominicano.

Peña Gómez no conocía al gurú aunque había oído hablar de él, y en principio se resistió a la idea de verse en una posada de curanderos procurando un prodigio, una magia que le devolviera su salud. Pero los compañeros insistieron en que no perdía absolutamente nada, que se trataría de una visita de cortesía de una personalidad como lo era Peña de renombre internacional, y que ellos garantizaban que él lo recibiría, a pesar de no formular su cita por escrito con la anticipación debida.

Finalmente, y acompañado de doña Peggy, Peña Gómez, concurrió al encuentro con Sathya Sai Baba, no sin antes emprender una larga travesía en autobús, por un camino angosto y polvoriento, pues el gurú vivía a más de trescientos kilómetros de Bombay.

Cuando llegaron, la imagen era impresionante, hileras interminables de personas de todas las razas y nacionalidades, agolpadas, multitudes delirantes esperando, el llamado “paseo de Sai Baba”, quien a una hora determinada salía de su cubículo a saludar e impartir curaciones. El ambiente era multicolor, abigarrado, la escena parecía un espectáculo, corrales y guaridas debidamente delimitados, congestionados de seres humanos diversos, ávidos de ver y creer, con una fe que movía montañas, al paso de este profeta que parecía un nigromante materializando cenizas, espumas, estalactitas policromadas del cielo.

Peña Gómez se había colocado al borde del camino entre la multitud delirante, esperando ser llamado, luego del paseo del gurú a la entrevista que sus amigos habían logrado concertar. De súbito, el señor Sathya Sai Baba, enfoca su mirada hacia un lado de la multitud, y va directamente hacia donde estaba Peña Gómez, y señalándolo, ante el asombro de todos, le dice que lo espera de inmediato en su oficina. Cuando Peña Gómez es recibido por el gurú, se sorprende, cuando éste le dice que “usted tiene un cáncer que está acabando con su vida, si usted quiere le puedo decir la causa de su cáncer”, a lo que Peña Gómez asiente de inmediato. Entonces Sathya Sai Baba, le dice estas palabras: “La causa única de su padecimiento, de su cáncer, es el odio proferido de mucha gente contra usted, ese odio es el factor desencadenante de su enfermedad”. Ante estas palabras, Peña Gómez queda atónito, estupefacto.

Sabía muy bien que la última campaña electoral fue un desbordamiento de odio contra él. Todos los resortes del odio como lanza afectiva negativa fueron disparados contra su figura.

Un odio estremecedor, que le negaba la nacionalidad, que le negaba el derecho a ser dominicano y le negaba su batallar sin tregua por los mejores intereses del pueblo dominicano, un odio que mortificaba su corazón, por más que tratara de disminuir sus efectos, un odio que llegó a expresarse en planes concretos de asesinato en múltiples ocasiones. Contrario a lo que muchos farsantes hubiesen hecho en ese momento, Sathya Sai Baba, no le prometió salvarlo, ni devolverle la salud. El veneno del odio se había inoculado demasiado en su cuerpo débil. El gurú le dijo que oraría por él y que pediría que su tránsito hacia otros planos espirituales no fuera doloroso, mientras le entregaba un extraño residuo arcilloso que brotaba de sus manos.

Cuando Peña Gómez regresó al país nos contó la historia apegado a la verdad y nos dijo que el poder de la palabra cuando está cargada de odio y se dirige a una persona, surte efectos catastróficos, mefistofélicos, porque la palabra también es energía.

A los pocos días de morir Peña Gómez, Doña Peggy Cabral viuda Peña Gómez, recibió una carta de Sathya Sai Baba, misiva que conserva en un marco de la sala de su hogar, donde el gurú, asegura que el tránsito de Peña Gómez ha sido consumado sin remordimientos ni pesares, que ha ido a los cielos lleno de paz y amor, y que se aunaron fuerzas espirituales para el logro de ese propósito. El día antes de su muerte Peña grabó un mensaje perdonando a quienes lo odiaban, como poniendo al día el rosario de sus cuentas de amor ante el Señor. Amén.


 
 

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